Generalmente los pacientes que han pasado por un proceso terapéutico no hablan del cambio, del momento del antes y el después, si no generalmente hablan del resultado: ‘yo fui y me fue genial, me sirvió mucho’. Pero, ¿exactamente cómo avanza un paciente para que se pueda señalar un cambio gracias a la terapia?
Los pensamientos, las emociones y las conductas tienen un origen común: las neuronas de nuestro sistema nervioso. En primer lugar, los pensamientos no son más que mensajes eléctricos y químicos entre neuronas en el sistema nervioso central (compuesto por el cerebro, cerebelo y tallo encefálico). Además, las emociones son resultado de la interacción entre las neuronas y los órganos que segregan hormonas en nuestro cuerpo (que nos hacen sentirnos tristes, contentos, etc.). Y por otro lado, la conducta no es más que la señal eléctrica de las neuronas a nuestros sistemas motores (músculos) para poder movernos.
El cambio en la terapia se resume en el cambio de organización neuronal en el tiempo: ‘no quiero seguir sintiéndome triste, quiero sentirme contento’, ‘me gustaría poder ser capaz de usar el ascensor porque tengo miedo cuando me subo en él’, ‘me gustaría dejar de sentir tristeza y ansiedad cada vez que veo a mi expareja’, etc. Lo que se busca es cambiar la respuesta producida por las neuronas ante los problemas.
Es cierto que en ocasiones se puede dar un proceso catártico, un momento de ‘darse cuenta’ de una información, de una relación entre ideas que nunca habíamos tenido o nos habíamos planteado. Dependiendo del nivel y el tipo de realización el cambio puede necesitar un trabajo posterior de consolidación.
Metafóricamente hablando, si queremos arreglar una herramienta que no es útil para nosotros ahora mismo (como la ansiedad), y queremos repararla para que sea útil, el herrero (o psicólogo) nos ayudará a trabajarla en caliente (gracias a la terapia). Pero puede darse el caso de que, al volver a casa, la herramienta que hace un momento volvía a funcionar ha vuelto a estar como estaba al principio. Se debe a que de la misma forma que las neuronas tienen plasticidad para crear nuevas conexiones, es necesario afianzarlas porque si no desaparecerán de nuevo.
Si nosotros atravesamos un campo de césped, apenas se notarán nuestras huellas al pasar. Sin embargo, si pasamos veinte, cincuenta, o cien veces, se irán notando cada vez más e incluso se generará un camino de tierra donde no crecerá el césped. Las neuronas funcionan de forma similar: en terapia podemos conseguir un cambio crítico, pero necesita ser mantenido en el tiempo para que se consolide en nosotros.
No sólo es importante la consolidación de la conexión entre dos neuronas: tenemos que poner en perspectiva la enorme cantidad de neuronas que tenemos que son necesarias para generar un cambio. Simplemente dos neuronas pueden generar, desde cero, puentes o conexiones entre ellas sólidas en cuestión de horas. Ahora tengamos en cuenta que las neuronas conforman fibras nerviosas mediante la conexión de cientos y miles de neuronas conectadas entre sí.
Hay que considerar que solamente el cerebro, está formado por más de veinte partes diferentes que regulan la información de una forma única (y sin hablar siquiera de las conexiones necesarias con el cerebelo, o el tallo encefálico). Tendremos que tener en cuenta además las conexiones necesarias con los órganos corporales que segregan las hormonas que sentimos como emociones, y como estas conexiones en todas estas áreas, generan a su vez nuevos puentes. Es decir, al producir un cambio en el sistema nervioso, éste se reajusta de nuevo generando incluso más conexiones, lo que conlleva más tiempo por cada conexión nueva, más su consolidación.
Como resultado, mensajes como ‘me doy cuenta de que tengo miedo’, ‘no me siento querido’ ‘echo de menos a personas que no están’, etc., expresados en terapia, generan imágenes y nuevos pensamientos en ese mismo momento. Es común oír mensajes donde se conectan contenidos con un sentido para nosotros como por ejemplo ‘curiosamente ahora que me siento triste me he acordado de un amigo’, o ‘no sé por qué, pero intentando resolver mi preocupación he acabado hablando de un familiar querido’.
Como conclusión, el cambio terapéutico se suele traducir, metafóricamente hablando, en gotas de agua que van permeando poco a poco en nosotros. Se puede dar, mediante ideas que relacionamos, conceptos que aprendemos, o pensamientos que rebatimos y que son una pequeña parte del problema general que padecemos. Esto se traduce en cambios lentos y constantes, en puentes nuevos entre neuronas de nuestro sistema nervioso hasta que, con los días o incluso meses, han generado un cambio lo suficientemente significativo como para poder darnos cuenta de él. Con el trabajo terapéutico, cualquier día puede ser el día esperado en el que cambiemos a una versión mejor de nosotros mismos.
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