Depresión: ¿actitud o enfermedad?

Según la CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades), los trastornos depresivos se caracterizan por sentimientos de tristeza, irritabilidad o vacío. También puede darse una pérdida de placer acompañada de otros síntomas cognitivos, comportamentales o que afecten al sistema nervioso. Todos estos síntomas afectan significativamente a la habilidad del individuo para actuar en el mundo.

Que la depresión se trate con psicoterapia y si es necesario con antidepresivos, a alguno le haría pensar si realmente la depresión es una enfermedad mental con una base biológica, o si es un problema puramente psicológico.

Síntomas

Analizando más a fondo los síntomas que afloran en un proceso de depresión, podemos encontrar los siguientes:

  • Anhedonia (o pérdida de placer).
  • Sufrimiento o dolor emocional.
  • Sentimientos de culpa.
  • Conductas auto-lesivas.
  • Retraso psicomotor (lentitud en los movimientos, o necesidad de un mayor esfuerzo para hacer cualquier conducta).
  • Síntomas vegetativos:
    • Problemas de sueño.
    • Disminución del apetito.
    • Activación excesiva de las hormonas del estrés.
La sensación de cansancio, o que la actividad corporal requiera más esfuerzo de lo normal son síntomas comunes en la depresión.

Como podemos observar, algunos síntomas parecen de índole puramente psicológica, mientras que otros afectan al rendimiento y los ritmos del cuerpo.

La biología de los síntomas depresivos.

Gracias a los avances en neurociencias, sabemos a día de hoy que muchos de los síntomas presentes en un episodio depresivo dependen de las moléculas que usan las neuronas para comunicarse conocidos como neurotransmisores, de modo que:

  • La anhedonia es causada por unos niveles bajos de dopamina.
  • Los síntomas de dolor emocional y culpa son el resultado de niveles bajos de serotonina.
  • Los síntomas de retraso psicomotor aparecen ante niveles bajos de noradrenalina.

Por otro lado, investigaciones en otras áreas del cuerpo humano han descubierto otros componentes clave que afectan de forma indirecta a la los neurotransmisores ya citados, tales como:

  • Múltiples investigaciones como la de Kramer et al. (2003), demuestran que la sustancia P (un neurotransmisor que comunica la señal de dolor físico) también influye en la aparición de síntomas depresivos.
  • Una escasez de hormonas tiroideas (hipotiroidismo) puede provocar en ciertas personas un episodio depresivo (Gold, Pottash & Extein, 1981), donde el tratamiento eficaz será reestablecer los niveles de hormonas tiroideas.
  • Las mujeres tienen una mayor propensión a padecer depresión que los hombres (Kessler et al., 1993). Esto se debe a que las mujeres se recrean más frecuentemente en pensamientos y sentimientos negativos que los hombres, lo que aumenta la probabilidad de padecer depresión y agrava los síntomas de la misma.
  • Las mujeres presentan ciertos momentos críticos de su vida, como el parto o la menopausia, donde existe una desregulación de hormonas (progesterona y estrógenos) que puede propiciar episodios depresivos (como la depresión post-parto).
  • Las hormonas del estrés (que son liberadas en el torrente sanguíneo ante la necesidad de responder a una amenaza), influyen en los síntomas depresivos al disminuir los valores de dopamina en el organismo, y aumentan la probabilidad de padecer depresión (como sucede en personas que padecen el síndrome de Cushing). Las personas que padecen depresión presentan niveles de glucocorticoides muy elevados.

Existen variables ajenas al cerebro que afectan a la depresión, como por ejemplo como el sexo o los niveles de determinadas hormonas.

La depresión más allá de la biología.

Aparte de las causas biológicas, la depresión también puede aparecer ante acontecimientos externos e incluso imaginados. Esto se ha podido demostrar gracias a investigaciones sobre las tres áreas principales del cerebro:

  • El área reptiliana, compuesta por estructuras nerviosas muy primitivas que se puede encontrar incluso en reptiles (de ahí el nombre). Regula procesos muy básicos inconscientes como la temperatura corporal, presión arterial, etc. Es el área más interno del cerebro.
  • El sistema límbico, el cual regula los niveles hormonales y genera respuestas emocionales como por ejemplo, respuestas de estrés ante amenazas, o sentimientos como la ira, el deseo sexual, etc. Este área se encuentra sobre el área reptiliana, y debajo del córtex.
  • El córtex o cerebro consciente, en el que gracias a la unión de las tres áreas cerebrales, se da lugar a la consciencia. Es el área con el que analizamos la información de los sentidos y el que nos permite razonar y planificar. Este área se encuentra por encima del sistema límbico, cubriendo la capa externa del cerebro.

Si oímos una explosión, los sistemas que regulan el placer y el apetito se desactivan, dado que no es lo más adecuado al momento, y que tendremos unos niveles de estrés muy elevados. Estos síntomas serán muy agudos con una duración breve. Comparado con la explosión, simplemente pensar en ideas que nos generan estrés (la muerte de seres queridos, miedo a enfermar, preocupaciones sobre el futuro, etc.) parecería que no es peligroso para la salud al hacernos pasar un instante un poco incómodo.

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Pensar repetidamente en situaciones que nos generan ansiedad y malestar afecta al cerebro de la misma forma que experimentarlas en la realidad.

El quid de la cuestión reside en que el sistema límbico responde igual a estímulos internos (pensamientos o ideas) como a estímulos externos (el mundo exterior). Para este sistema, tanto lo que pensamos como lo que vemos es igual de real, y actúa de forma acorde preparándonos para actuar. Una depresión puede ser el fruto de un flujo constante de pensamientos negativos por parte del córtex hacia el sistema límbico, los cuales no son tan intensos como un acontecimiento externo, pero que si son constantes acabarán produciendo una desregulación en los neurotransmisores.

Por todo lo que hemos visto, se puede entender que la depresión es un proceso muy complejo: por un lado existe una guerra biológica dentro de nuestro cerebro mediada por sistemas de otras áreas del cuerpo, y por otro lado la mente juega un papel crucial como mediador. Gracias al proceso terapéutico, la mente puede pasar de ser un agravante más de la depresión, a ser un procesador del dolor y los sentimientos negativos que derramamos sobre nosotros mismos ayudando a curar esta enfermedad.

Si consideras que padeces un malestar psicológico, y quieres que tu mente se convierta en tu amiga y aliada para solucionar problemas pendientes, no dudes en ponerte en contacto conmigo.