Según la CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades), los trastornos depresivos se caracterizan por sentimientos de tristeza, irritabilidad o vacío. También puede darse una pérdida de placer acompañada de otros síntomas cognitivos, comportamentales o que afecten al sistema nervioso. Todos estos síntomas afectan significativamente a la habilidad del individuo para actuar en el mundo.
Que la depresión se trate con psicoterapia y si es necesario con antidepresivos, a alguno le haría pensar si realmente la depresión es una enfermedad mental con una base biológica, o si es un problema puramente psicológico.
Analizando más a fondo los síntomas que afloran en un proceso de depresión, podemos encontrar los siguientes:
Como podemos observar, algunos síntomas parecen de índole puramente psicológica, mientras que otros afectan al rendimiento y los ritmos del cuerpo.
Gracias a los avances en neurociencias, sabemos a día de hoy que muchos de los síntomas presentes en un episodio depresivo dependen de las moléculas que usan las neuronas para comunicarse conocidos como neurotransmisores, de modo que:
Por otro lado, investigaciones en otras áreas del cuerpo humano han descubierto otros componentes clave que afectan de forma indirecta a la los neurotransmisores ya citados, tales como:
Aparte de las causas biológicas, la depresión también puede aparecer ante acontecimientos externos e incluso imaginados. Esto se ha podido demostrar gracias a investigaciones sobre las tres áreas principales del cerebro:
Si oímos una explosión, los sistemas que regulan el placer y el apetito se desactivan, dado que no es lo más adecuado al momento, y que tendremos unos niveles de estrés muy elevados. Estos síntomas serán muy agudos con una duración breve. Comparado con la explosión, simplemente pensar en ideas que nos generan estrés (la muerte de seres queridos, miedo a enfermar, preocupaciones sobre el futuro, etc.) parecería que no es peligroso para la salud al hacernos pasar un instante un poco incómodo.
El quid de la cuestión reside en que el sistema límbico responde igual a estímulos internos (pensamientos o ideas) como a estímulos externos (el mundo exterior). Para este sistema, tanto lo que pensamos como lo que vemos es igual de real, y actúa de forma acorde preparándonos para actuar. Una depresión puede ser el fruto de un flujo constante de pensamientos negativos por parte del córtex hacia el sistema límbico, los cuales no son tan intensos como un acontecimiento externo, pero que si son constantes acabarán produciendo una desregulación en los neurotransmisores.
Por todo lo que hemos visto, se puede entender que la depresión es un proceso muy complejo: por un lado existe una guerra biológica dentro de nuestro cerebro mediada por sistemas de otras áreas del cuerpo, y por otro lado la mente juega un papel crucial como mediador. Gracias al proceso terapéutico, la mente puede pasar de ser un agravante más de la depresión, a ser un procesador del dolor y los sentimientos negativos que derramamos sobre nosotros mismos ayudando a curar esta enfermedad.
Si consideras que padeces un malestar psicológico, y quieres que tu mente se convierta en tu amiga y aliada para solucionar problemas pendientes, no dudes en ponerte en contacto conmigo.